El INE y el abuso de los autónomos Por JUAN ARLOS LOERA DE LA ROSA

El INE tiene muchas grietas, pero entre las que más lastiman sus funciones tenemos el de la asignación de un presupuesto exorbitado, bajo el argumento de que la imparcialidad tiene precio.



Según una idea absurda y absolumente falsa, la honestidad y rectitud de los funcionarios, sean electorales, judiciales o jerarcas de algún organismo público, tiene un alto costo, pues para garantizar su honradez e independencia la sociedad debe pagarles salarios y prestaciones excepcionales, que los aleje de prácticas de corrupción y de la tentacion de vender su voluntad a personas interesados en las decisiones que les corresponde tomar.



Bajo este supuesto, se tocaron extremos inauditos, con la misma idea se difundió la especie de que debía de anticiparseles pensiones, prestaciones vitalicias e indemnizaciones adelantadas, para que durante su retiro no pagaran de su bolsillo el costo que seguramente les causarían el haber afectado intereses perversos.



Pero no era todo, pues estos ejecutivos privilegiados, a quienes el erario debía de premiarlos por adelantado, requerían de un gran cuerpo de burócratas que tuvieran calificaciones técnicas tan excepcionales que también merecían sueldos y salarios extraordinarios que grantizaran su eficacia, independencia y probidad.



Desde luego que esta nueva burocracia a la que se le bautizó con el nombre de "servicio profesional electoral" precisaba de condiciones y espacios laborales cómodos, que muy pronto tomaron la forma de espacios y recintos de lujo, dignos de una nueva burocracia, con el cometido de salvar a la patria de un naufragio seguro.



Todo este proyecto, de darle vida a organismos autónomos y pavimentarles con alfombras rojas el ejercicio cotidiano de sus labores, era extraño, nada tenía que ver con lo que estaba ocurriendo con otros planos de la vida económica y social; en estos ámbitos el país vivía asfixiado por una crisis tan profunda que más de la mitad de los hogares vivían en la pobreza y menos de la tercera parte de los trabajadores tenía un empleo formal; pero lo peor: aún éstos vivían en la miseria, sus salarios estaban en un pozo, eran la cuarta parte de lo que habían sido a mediados de los sesenta y nada se estaba haciendo para aliviar este desastre material causado por varios gobiernos neoliberales.



Lo peor, tanta miseria estaba haciendo rentable el florecimiento de centenas de nuevos oficios, de nuevas empresas instaladas en giros negros de todo tipo, de negocios ilícitos, donde reinaba el trasiego de drogas.



Pero para los gobiernos e intelectuales de aquel largo periodo, al que llamaron "tiempos de transición a la democracia", nada era más importante que fortalecer los organismos autónomos, a cualquier precio, pues la sociedad mexicana, afectada por una crisis interminable, precisaba de una nueva ilusion y nada era más rentable políticamente que vender la falsa esperanza de que la salvación estaba una democracia sustentada en la incesante invencion de organismos como el INE.



Afortunadamente, la experiencia de 2006 acabó con ese mito: evidenció que el organismo que debía de pavimentar el camino para arribar a una sociedad más libre y democrática nos había fallado, defraudando nuestra confianza, al validar un fraude colosal; lo cual no dejó duda que el alto costo de su operación era un sacrificio inútil.



Los privilegios no habían sido suficientes para pagar la independencia e imparciaidad del entonces Consejo General del IFE. La cruda realidad nos volvía a enseñar que la honestidad no tenía precio.



Para desgracia del pueblo, todo indicaba que "la iglesia seguía en manos de Lutero" y que en el futuro tendríamos la misión de transformar con verdadera honestidad al INE.
vict
Pero para los gobiernos e intelectuales de aquel largo periodo, al que llamaron "tiempos de transición a la democracia", nada era más importante que fortalecer los organismos autónomos, a cualquier precio, pues la sociedad mexicana, afectada por una crisis interminable, precisaba de una nueva ilusion y nada era más rentable políticamente que vender la falsa esperanza de que la salvación estaba una democracia sustentada en la incesante invencion de organismos como el INE. Afortunadamente, la experiencia de 2006 acabó con ese mito: evidenció que el organismo que debía de pavimentar el camino para arribar a una sociedad más libre y democrática nos había fallado, defraudando nuestra confianza, al validar un fraude colosal; lo cual no dejó duda que el alto costo de su operación era un sacrificio inútil. Los privilegios no habían sido suficientes para pagar la independencia e imparciaidad del entonces Consejo General del IFE. La cruda realidad nos volvía a enseñar que la honestidad no tenía precio. Para desgracia del pueblo, todo indicaba que "la iglesia seguía en manos de Lutero" y que en el futuro tendríamos la misión de transformar con verdadera honestidad al INE.